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  • Descripción es exacto "(...)No referiremos aquí sino a experiencias en torno a lo que llamaremos privatización securitaria. Discurrir acerca de las situaciones o implicarse en su carne, sintiéndola propia, sigue siendo el modo de discernir lo que nos atañe. Discurrir es contribuir al despojo, sumar productos a la avidez de novedades, vestir el último grito de la moda –antes de entrar en liquidación-. Implicarse es desatar problemas. Decimos que, a lo que traeremos a presencia, le falta el espesor de lo sido –que, va de suyo, sobrevuela, puesto que en ello se envuelve-, la vibración, la inquietud de la carne. Nos nutriremos de esa carne arrancada a la experiencia, de ella extraeremos nuestra materia a pensar, nuestros problemas, nuestras inquietudes. El empaquetamiento de la carne que operamos, diremos, quizás sea algo a pensar para aquellos que, llamados cientistas sociales, creemos tener algo que nos autorice a hablar de todo, que creemos poder decirlo todo, nombrarlo todo, roturarlo. Rotular es ya un modo de llamar al orden a lo caótico de la significación, que, a riesgo de repetirnos, no es puro término sino fondo de vivencias encarnadas. Rotula quien clasifica, archiva, ordena. Desmembrar, suprimir, extirpar a dentelladas la inquietud sensible. ¿Qué oscuro placer se nos aparece en este deseo de la carne por devorarse al otro, por saborear su piel arrancada? Y, si es que encontramos un placer en ello, ¿de qué deseo es este placer siervo? ¿De quién es nuestro deseo? ¿Qué cosa significa este deleitarnos por desprender, amputar, mutilar los miembros a un otro reducido a nuestro propio e insaciable festín de carne? Quisiéramos decir que la separación generalizada -o, si se prefiere, su encarnación contemporánea, la sospecha generalizada- nos tiende, emplaza, pone un muro a la experiencia de nosotras/os, muro que en modo alguno es otro que el de la normalización. No ver las paredes, no ver que se alzan, que interfieren, segmentan la carne –ese pulso inquieto que somos-, le abren tabiques, la rotulan, la nombran, es no ver el suelo bajo nuestros pies. La privación securitaria –sugeriremos- quizás sea como el castigo para aquellos que en el limbo se pierden por lo que no hicieron, por lo que no supieron. Y en el límite, ese no saber que algo se pierde, que su presencia les abandona, puesto que les es privada, los libera de tarea alguna. Pueden aprestarse –en hora buena- al juego, a los afectos -y por qué no- a la vagancia. No seremos nosotras/os quienes repongamos unas peroratas por las que el sacerdocio o la metafísica se nos cuelen. Mas, resta pensar qué implica el no sentir al otro como extensión de sí mismo, como brote arraigado en el mismo terruño, patio que las hormigas se llevan y traen. ¿Qué es eso de amputar los lazos que nos atan a una experiencia comunal? La empatía, empero, no puede ser asida por estas palabras sin su ahí, puros términos que se vacían de mundana presencia. No es sólo a nosotras/os que nos dirigimos. Hay que acabar con la separación. "
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