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  • Descripción es exacto "Actualmente se vive en un contexto repleto de mediaciones vinculares: prótesis (para con uno mismo) y redes sociales (para con los demás). Se puede percibir cómo la intervención de la técnica ha crecido exponencialmente y ocupado diversos espacios anteriormente considerados privados e incluso naturales que, a partir de dicha intromisión, se vuelven públicos, visibles, y juzgados por una gran cantidad de discursos.

    Uno de los campos de intervención de la técnica ha sido la sexualidad. Siendo este uno de los ejes fundamentales del presente trabajo, es de interés referenciar
    específicamente la perspectiva desde la cual se trabajará. En Historia de la sexualidad 1: La voluntad del saber (1976), Foucault hace hincapié en la construcción histórica y social, en la parte procesual que la sexualidad conlleva en tanto acto cultural, en su dinamismo. La sexualidad está reinventándose, tomando nuevas formas a partir de la intervención de distintos dispositivos tecnológicos y de una matriz social diferente con nuevos discursos en torno a lo permitido. En este aspecto, si bien el consumo de psicofármacos, juguetes sexuales o la industria pornográfica no sea novedoso o cuestionado, el vuelque de la robótica a la sexualidad no deja de llamar la atención. El caso al cual nos remitiremos se halla dentro de este espectro: la circulación y el consumo de muñecas sexuales con formato hiperrealista.

    En el texto mencionado anteriormente, Foucault desarrolla su concepción de biopolítica definiéndola como la aplicación e impacto del poder político en todas las esferas de la vida a través de las regulaciones. La biopolítica actúa mediante técnicas de sujeción y normalización ejercidas por el poder interviniendo el cuerpo y la vida: la salud, la sexualidad, la higiene, la herencia racial, entre otras, provocando una clasificación y diferenciación entre aquellos miembros de la sociedad que pueden denominarse normales y aquellos definidos como anormales (peligrosos, enfermos). Se torna materia política el cuerpo como instanciación del ser viviente del hombre, de esa materia está hecho el individuo moderno de Foucault. Es en este aspecto que “el hombre moderno es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente” (Foucault, 1976: 173). Una de las esferas en las que el autor hace hincapié es la sexualidad, caracterizada en la modernidad, dentro del marco del paradigma disciplinario, como producida de determinada forma y a partir de un determinado cuerpo y discurso. En este aspecto es que la biopolítica nos interpela: ¿de qué nuevas formas se está produciendo la sexualidad hoy? ¿qué nuevas técnicas y racionalidades dan pie a que dispositivos tecnológicos como las muñecas sexuales hiperrealistas tengan lugar en la actualidad? En este último aspecto radica la necesidad de analizar la normalidad/anormalidad de las mismas y dentro de qué escala de valores sociales se encuentra tal clasificación, así como la importancia de visualizar la interferencia del biopoder en relación con la sociedad contemporánea, los tiempos modernos y las nuevas tecnologías.

    Cada contexto tiene una racionalidad técnica particular. Desde la concepción de Marshall Mc Luhan (1976) cada tecnología extiende o amplifica algún órgano o facultad del usuario. En la contemporaneidad esta extensión es percibida socialmente como ilimitada a partir de las nuevas tecnologías, o sin límites (Cabrera Altieri, 2007) ya que superan aquellos definidos como tales y extienden todo aquello que se pueda prolongar. Esto implica un cambio en las formas de relacionarnos con los nuevos dispositivos, y anterior a eso, una nueva forma de pensarnos: una nueva racionalidad técnica en la cual “la significación imaginaria social central de las nuevas tecnologías no sólo se refiere a una permanente superación de los límites de la experiencia humana sino de una nueva condición tecnológica de la humanidad: lo ilimitado como promesa realizable” (Cabrera Altieri, 2007:4). Es decir, al hablar de los límites de la tecnología se afirma a su vez que estos no existen y otorga al usuario esa percepción de convivir con dispositivos tecnológicos que le proponen un horizonte ilimitado. Hoy todo es posible: incluso tener sexo con robots.

    Sumado a lo anterior, la nueva matriz social se desarrolla alrededor de la dessensibilización e hipersexualización (Berardi, 2007) provocados por un sistema que requiere estar hiper-activo, rindiendo las 24 horas de los 7 días semanales (Crary, 2015), enmarcados en una era farmacopornográfica (Preciado, 2008) basada en el consumo diario definido por esta industria. Por los diferentes factores nombrados, concebimos que la creación, circulación y consumo de estas muñecas en este contexto socio-cultural no es casual. Las condiciones de posibilidad que permitieron el surgimiento del mercado de muñecas sexuales hiperrealistas son múltiples y se enmarcan en una realidad técnica particular, ligados a una escala de valores que tiende a regirse por criterios técnicos y economicistas: dispositivos inteligentes, experiencias, viajes, personas, así como disfrutar la vida a cada momento, es decir, el presente (Schmucler, 1996). Sumado a esto, la velocidad a la que se vive hace que las relaciones entre personas sean más fugaces y se concreten mientras el contexto lo permita.
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