https://repositorio.sociales.uba.ar/items/browse?tags=Obras+de+arte&sort_field=added&sort_dir=d&output=atom <![CDATA[Repositorio Digital Institucional Facultad de Ciencias Sociales-UBA]]> 2024-03-28T11:52:52-03:00 Omeka https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/3881 <![CDATA[Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires : la experiencia artística a través de Instagram]]> Este trabajo tiene por objetivo realizar una indagación sobre la muestra permanente “Latinoamérica al sur del Sur” presentada por el Malba a través de Instagram. Entendemos que con la relevancia actual de Instagram se constituye un sitio fundamental para la interacción con el público y una plataforma mediante la cual el arte circula trascendiendo las fronteras físicas. Por lo tanto, son observadas las posibles experiencias artísticas teniendo en cuenta los condicionamientos de la mediación tecnológica.

En la medida que este trabajo avanza identificando algunos factores que puedan explicar la popularidad del Malba en esta red social, también pretende descubrir si este fenómeno está vinculado con la capacidad de generar experiencias estéticas. En este punto, se vuelve imprescindible diferenciar el simple acto de consumo fugaz y la experiencia estética que el arte es capaz de suscitar en el espectador, entendiendo que este último está relacionado con un proceso de intercambio de carácter más complejo.

Por otra parte, teniendo en cuenta las posibilidades técnicas y los límites sensoriales que impone el smartphone como dispositivo tecnológico, este trabajo se apoya en un concepto fundamental como el de la convergencia, donde los flujos de contenidos circulan a través de diversas plataformas en un contexto dominado por una multiplicidad de industrias mediáticas, ocasionando profundos cambios tecnológicos e industriales, pero también culturales y sociales.

Sin embargo, este fenómeno se encuentra condicionado no solo por la vertiginosa instantaneidad de Instagram, que tiene consecuencias directas sobre el “aura” misma de la obra de arte, sino también por las circunstancias que envuelven al campo artístico en estos tiempos. Por lo tanto, se enmarca dentro de la perspectiva crítica que entiende el arte contemporáneo como en un estado gaseoso, de permanente evanescencia.]]>
2023-06-05T12:00:03-03:00

Dublin Core

Título

Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires : la experiencia artística a través de Instagram

Colaborador

Bruera, Matías Luciano

Fecha

2023

Spatial Coverage

Temporal Coverage

26 de marzo al 9 de abril de 2020

Descripción

Este trabajo tiene por objetivo realizar una indagación sobre la muestra permanente “Latinoamérica al sur del Sur” presentada por el Malba a través de Instagram. Entendemos que con la relevancia actual de Instagram se constituye un sitio fundamental para la interacción con el público y una plataforma mediante la cual el arte circula trascendiendo las fronteras físicas. Por lo tanto, son observadas las posibles experiencias artísticas teniendo en cuenta los condicionamientos de la mediación tecnológica.

En la medida que este trabajo avanza identificando algunos factores que puedan explicar la popularidad del Malba en esta red social, también pretende descubrir si este fenómeno está vinculado con la capacidad de generar experiencias estéticas. En este punto, se vuelve imprescindible diferenciar el simple acto de consumo fugaz y la experiencia estética que el arte es capaz de suscitar en el espectador, entendiendo que este último está relacionado con un proceso de intercambio de carácter más complejo.

Por otra parte, teniendo en cuenta las posibilidades técnicas y los límites sensoriales que impone el smartphone como dispositivo tecnológico, este trabajo se apoya en un concepto fundamental como el de la convergencia, donde los flujos de contenidos circulan a través de diversas plataformas en un contexto dominado por una multiplicidad de industrias mediáticas, ocasionando profundos cambios tecnológicos e industriales, pero también culturales y sociales.

Sin embargo, este fenómeno se encuentra condicionado no solo por la vertiginosa instantaneidad de Instagram, que tiene consecuencias directas sobre el “aura” misma de la obra de arte, sino también por las circunstancias que envuelven al campo artístico en estos tiempos. Por lo tanto, se enmarca dentro de la perspectiva crítica que entiende el arte contemporáneo como en un estado gaseoso, de permanente evanescencia.

Idioma

spa

Extent

61 p.

Derechos

info:eu-repo/semantics/openAccess
Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)

Formato

application/pdf

Cobertura

7593303
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (autonomus city)
2020

Tesis Item Type Metadata

Título obtenido

Licenciado en Ciencias de la Comunicación

Institución otorgante

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales

Lugar de edición

Identificador interno

5398
]]>
https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/2344 <![CDATA[Giuseppe Guarneri vive en Buenos Aires]]> “Giuseppe Guarneri vive en Buenos Aires” es un documental audiovisual que relata la restauración del Guarneri del Gesù 1732 Armingaud/Fernández Blanco, un violín legendario, único en su género, que permaneció oculto durante décadas y ahora es conservado en el museo Isaac Fernández Blanco, en la ciudad de Buenos Aires.]]> 2022-02-14T08:29:28-03:00

Dublin Core

Título

Giuseppe Guarneri vive en Buenos Aires

Colaborador

Kon, Iair

Fecha

2018

Spatial Coverage

Idioma

spa

Extent

34 p.

Derechos

info:eu-repo/semantics/openAccess
Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)

Formato

application/pdf

Cobertura

7593303
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (autonomus city)

Tesis Item Type Metadata

Título obtenido

Licenciado en Ciencias de la Comunicación

Institución otorgante

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales

Lugar de edición

Identificador interno

4378
]]>
https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1601 <![CDATA[Poné música : elogio de la distracción]]> El presente trabajo, elaborado en el marco de la última instancia de evaluación de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires, se propone ofrecer una reflexión sobre ciertos fenómenos sociales que giran en torno a la audición no atenta de música a través dispositivos técnicos, es decir, a partir de aquella acción a la que coloquialmente nos referimos con la expresión poner música. Partiremos de la idea de que cuando ponemos música ejercemos un rol híbrido entre emisor y receptor: ocupamos el lugar de espectador de la obra y, al mismo tiempo, tomamos decisiones —sobre el repertorio, el volumen y la ecualización, entre otras variables— y disponemos los medios necesarios para que la obra se propague por el ambiente y alcance a otros posibles espectadores. Nuestra hipótesis central será que en este procedimiento descansa una potencia poiética y política que podría funcionar como puente, al menos teóricamente, entre el consumo y la producción de sentido.

El marco teórico elegido como punto de partida para esta reflexión sobre la reproducción musical procura dar cuenta de la riqueza y heterogeneidad de nuestra carrera. En tal sentido, entendemos que Walter Benjamin, Guy Debord y George Steiner constituyen piezas fundamentales del espejo partido en el que podemos reconocernos quienes la hemos transitado.

En palabras de Alicia Entel, “el pensamiento benjaminiano y su método ‘micrológico’ —la realidad bajo la lupa— asombra por su capacidad anticipatoria, por ver donde otros mantienen la ceguera, y por su irrenunciable actualidad”. Abordar cualquier análisis vinculado a lo artístico desde la perspectiva de Benjamin implica recurrir a conceptos que, como afirma el autor en el prefacio a La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica, “resultan completamente inútiles a los propósitos del fascismo” y que, por el contrario, “sirven para la formulación de demandas revolucionarias en las políticas del arte”. Escrito en Alemania durante los años del nazismo, este texto concentra una potencia sumamente valiosa para analizar la relación entre arte y política en general y las implicancias de la reproducción de obras de arte a través de la técnica en particular, razón por la cual constituye uno de los pilares teóricos del presente trabajo. Si bien su análisis se centra en las obras pictóricas y el cine, también llama la atención sobre los cambios que a partir de la reproductibilidad técnica operan sobre la percepción de lo musical, toda vez que, por ejemplo, “una producción coral, ejecutada en un auditorio o al aire libre, se reproduce en la sala de estar”.

Benjamin recurre al concepto de aura para designar aquello de lo que carece “incluso la más perfecta reproducción de una obra de arte: su presencia en el tiempo y el espacio, su existencia única en el lugar en el que está, que refiere a la historia a la que estuvo sujeta a lo largo de su existencia”. La contemplación tradicional de la obra de arte como objeto histórico remite a los objetos naturales, en los que el aura surge como “la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)”. La técnica de la reproducción reemplaza esta “existencia única” por una “pluralidad de copias”. ¿Qué implica este atrofiamiento del aura? En principio y fundamentalmente, la liberación de la obra “de su dependencia parasitaria del ritual, para convertirse en obra diseñada para su reproductibilidad”. Si el arte tiene su origen en las ceremonias religiosas y, a lo largo de la historia, su valor cultual fue cediendo protagonismo ante el surgimiento del valor exhibitivo, la técnica de la reproducción que sustrae el objeto reproducido del dominio de la tradición permite pensar en nuevas funciones del arte que podrían acabar por desplazar la función esencialmente artística. Esta reflexión constituye uno de los puntos de partida de nuestro análisis, en la medida en que la práctica que procuramos abordar se caracteriza por la audición no atenta de la música grabada, donde el valor exhibitivo de la obra cede ante un tipo distinto de valor. Para Benjamin, “en el momento en que el criterio de autenticidad deja de ser aplicable a la producción artística, la función del arte se ve completamente alterada. En lugar de estar fundamentada en un ritual, comienza a estarlo en otra práctica: la política”. La creciente masificación —fenómeno característico de la era de reproductibilidad técnica de la obra de arte— y la creciente proletarización son dos caras de un mismo proceso, por el cual fascismo —el autor se refiere a su contexto histórico, pero las implicancias de su análisis y sus desafíos políticos llegan hasta nuestro días— “intenta organizar a las nuevas masas proletarias sin modificar la estructura de propiedad que aquellas se esfuerzan por abolir”. Si el desarrollo técnico parece evidenciar cada vez con mayor fuerza la absurda estructura de propiedad que es condición del capitalismo y el fascismo expresa brutalmente —a través de la guerra— la defensa racional de lo irracional, el resultado lógico de éste es, entonces, “la introducción de lo estético en lo político”. En ese sentido, dice Benjamin, “la humanidad se ha convertido en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un nivel tal que le permite experimentar su propia destrucción como un placer estético de primer orden”.

Benjamin anticipa conceptos teóricos que tres décadas más tarde Guy Debord desarrollará en La sociedad del espectáculo. No solo por esta idea de la humanidad como espectáculo de sí misma, sino también al advertir “el impacto que la transformación tecnológica para la reproducción de la imagen tendría sobre las percepciones del tiempo y del espacio, y sugerir la idea de que las percepciones humanas, nuestros modos de ver, son históricos”. Sin referirse explícitamente a Benjamin, Debord desarrolla su teoría en torno a la noción de espectáculo, entendiéndolo como “una Weltanschauung efectivizada, expresada en el plano material, una visión del mundo que se ha objetivado”. “El espectáculo constituye el modelo actual de la vida socialmente dominante. Es la afirmación de una elección ya hecha en la producción, y de su consumo que es su corolario. Forma y contenido del espectáculo son, idénticamente, la justificación total de las condiciones y fines del sistema vigente”. En palabras de Christian Ferrer, el espectáculo constituye “una nueva modalidad de disponer de lo verosímil y de lo incorrecto mediante la imposición de una separación fetichizada del mundo de índole tecnoestética. Prescribiendo lo permitido y conveniente así como desestimando en lo posible la experimentación vital no controlada, la sociedad espectacular regula la circulación social del cuerpo y de las ideas”. Resuena aquí la idea de Benjamin sobre estetización de la política, en tanto “la misión de la sociedad tecnoespectacular no consiste en permitir o retrasar el progreso, sino en conducir a la humanidad a un estadio diferente de dominación”. Este estadio de dominación que describe Debord interesa particularmente a nuestra reflexión sobre la audición de música a través de dispositivos tecnológicos porque entendemos que la escucha desatenta solo puede darse en un contexto de desapego absoluto entre el momento de la escucha y el de la ejecución musical, lo cual ocurre en la medida en que el espectáculo es “la expresión de la separación y de la alienación entre el hombre y el hombre”’.

“La realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente”. Como “relación social entre personas, mediatizada a través de imágenes”, el espectáculo constituye la forma en que en la sociedad moderna aparece representado lo que en otros períodos históricos “se vivía directamente”. El espectáculo es la “producción principal de la sociedad actual” porque “la unidad irreal que proclama es el disfraz de la división de clases en que se basa la unidad real del modo de producción capitalista”. La separación entre producción y consumo —es decir, entre la condición de productor y consumidor en cada persona— propia del capitalismo, se da de un modo particular en la sociedad del espectáculo y configura un tipo específico de individuo, signado por la “pérdida de la facultad de encuentro y su reemplazo por la ilusión del encuentro. En una sociedad donde ya nadie puede ser reconocido por los demás, cada individuo queda incapacitado para reconocer su propia realidad”. La experiencia —lo verdadero— cede ante la apariencia —lo falso—, “el reconocimiento de mercancías y su consumo ocupan el centro de esta pseudorrespuesta a una comunicación sin respuesta”. En la sociedad del espectáculo, la única comunicación posible es “instantánea” y “unilateral”. El sujeto espectacular, sin posibilidades de encuentro ni de comunicación por fuera de lo espectacular, deviene “despreciable”, es decir, “espectador”.

A partir de esta visión propuesta por Debord respecto de la producción cultural en nuestra época –“cuando la cultura es convertida íntegramente en mercancía, ella también debe pasar a ser la mercancía-vedette de la sociedad espectacular”, sostiene—, recurriremos a George Steiner, quien en Presencias reales sostiene la hipótesis de que “cualquier explicación coherente de la capacidad del habla humana para comunicar significado y sentimiento está, en última instancia, garantizada por el supuesto de la presencia de Dios” y que, en este sentido, “la experiencia del significado estético —en particular el de la literatura, las artes y la forma musical— infiere la posibilidad necesaria de esta “presencia real”. Esta idea interesa porque nos permite pensar que, aun a través de la mediación espectacular que describe Debord, la creación artística nos permitiría restablecer un diálogo, una comunicación no-unilateral. “La apuesta en favor del significado del significado, en favor del potencial de percepción y respuesta cuando una voz humana se dirige a otra, cuando nos enfrentamos al texto, la obra de arte o la pieza musical, es decir, cuando encontramos al otro en su condición de libertad, es un apuesta en favor de la trascendencia”, dice Steiner. Si en la apuesta de todo artista se afirma la presencia de una realidad, de una sustanciación en el lenguaje y la forma, esta idea de trascendencia nos permite pensar en la posibilidad de recuperar la facultad de encuentro a través del arte.

No resulta sencillo conciliar esta noción de trascendencia en la percepción con los sujetos espectadores descritos por Debord. ¿Qué tipo de abordaje de la obra se requiere para acceder a la experiencia de esa presencia real, de ese encuentro con el otro a través del arte? ¿Qué rasgos de nuestra forma actual de consumo atentan contra esa posibilidad? Steiner —su texto data de 1989, podemos animarnos a decir que mucho de lo que allí se describe no ha hecho sino agudizarse durante las últimas décadas— sostiene que existe en nuestra sociedad un “predominio de lo secundario y lo parasitario”, la producción supernumeraria de objetos culturales producidos únicamente para su consumo, que parecen no originarse en un acto de creación sino en la remisión infinita a otros objetos. Con Debord, podríamos decir que este fenómeno es propio de un mundo “realmente invertido”, donde “lo verdadero es un momento de lo falso” y que “en la industria espectaculista moderna, el fin no es nada, el desarrollo es todo y el espectáculo no quiere llegar a ninguna parte que no sea a sí mismo”. Esta proliferación de lo secundario nos remite también a Benjamin, en la medida en que se trata de un proceso que parecería erigirse sobre cierta posibilidad, fundada por la reproductibilidad técnica, de producir objetos culturales libres de aura. En este sentido, podríamos asimilar lo parasitario que describe Steiner a reproducciones sin original, copias que no guardan ya relación alguna con un objeto artístico.

Frente a este predominio de lo secundario y lo parasitario, Steiner desarrolla las ideas de riesgo y responsabilidad: “a diferencia del reseñador, el crítico literario, el vivisector y juez académico, el ejecutante invierte su propio ser en el proceso de interpretación. Sus lecturas, sus puestas en acto de significados y valores elegidos, no son los de un examen externo. Son un compromiso con el riesgo, una respuesta que es, en su sentido radical, responsable. Llamaré responsabilidad a la respuesta interpretativa bajo la presión de la puesta en acto. La auténtica experiencia de comprensión, cuando nos habla otro ser humano o un poema, es de una responsabilidad que responde”. La responsabilidad que asumimos frente a un otro que se arriesga hacia nosotros a través de la creación artística, nos obliga a desplazarnos del lugar de espectadores. La responsabilidad —entendida como capacidad de respuesta— ante la obra, nos transforma de consumidores en potenciales productores sentido. A partir de estas nociones, el autor propone una comunidad imaginaria donde el comentario fuese prohibido. “La prohibición principal haría referencia a las reseñas, las críticas y las interpretaciones discursivas de las composiciones musicales”. Es que, si nos ceñimos al concepto de responsabilidad, “la crítica musical verdaderamente responsable ante su objeto se encuentra en el interior de la propia música”. A partir de esta parábola, el autor plantea una pregunta de suma importancia para el presente análisis: “la de la presencia o ausencia de poiesis, del acto y la experiencia del acto de creación en su sentido más cabal, en nuestras vidas individuales y en la política de nuestro ser social”.

Entendemos que esta capacidad creativa debe estar en la base de cualquier concepción teórica que apueste a la transformación social por el camino de la política. A partir de los tres autores mencionados —Benjamin para abordar la dimensión política del arte, Debord para entender la dimensión artística de la política y Steiner para acceder a aquello que es específico de creación artística y que no existe en ninguna otra esfera de la vida social— y recurriendo a algunos otros para abordar cuestiones más específicas, intentaremos recorrer el fenómeno de la audición distraída de música a través de dispositivos tecnológicos.

Cada uno de los tres capítulos que componen este trabajo intenta abordar la temática propuesta desde un eje particular. El primero propone un análisis del fenómeno de audición de música grabada desde lo individual, lo social y el lenguaje. El segundo ensaya una sintética historización de la reproductibilidad técnica de la música desde una perspectiva crítica. El tercero intenta realizar un aporte político al campo musical y un aporte musical a la esfera política. Algunas preguntas inspiran y guían este recorrido: ¿Qué producimos cuando reproducimos música? ¿Qué presencias invocamos cuando actualizamos una vieja melodía? ¿Qué es lo que se reproduce cuando ya no existe un original? ¿Cuál es el fenómeno que en la obra de arte actual compensa la pérdida del aura descrita por Benjamin? ¿Existe relación entre ejecutar música a través de un instrumento y reproducirla a partir de un dispositivo técnico? ¿Existe relación entre reproducción y creación musical?

Procuraremos, a la luz del corpus teórico propuesto y por medio de la reflexión crítica del fenómeno descrito y sus implicancias vinculadas a lo social, ensayar respuestas certeras a estos interrogantes. No nos anima el afán de clausurar ninguna cuestión, sino la posibilidad de aprender a formular preguntas más poderosas.]]>
2021-11-25T08:30:00-03:00

Dublin Core

Título

Poné música : elogio de la distracción

Colaborador

Rebón, Manuel

Fecha

2018

Descripción

El presente trabajo, elaborado en el marco de la última instancia de evaluación de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires, se propone ofrecer una reflexión sobre ciertos fenómenos sociales que giran en torno a la audición no atenta de música a través dispositivos técnicos, es decir, a partir de aquella acción a la que coloquialmente nos referimos con la expresión poner música. Partiremos de la idea de que cuando ponemos música ejercemos un rol híbrido entre emisor y receptor: ocupamos el lugar de espectador de la obra y, al mismo tiempo, tomamos decisiones —sobre el repertorio, el volumen y la ecualización, entre otras variables— y disponemos los medios necesarios para que la obra se propague por el ambiente y alcance a otros posibles espectadores. Nuestra hipótesis central será que en este procedimiento descansa una potencia poiética y política que podría funcionar como puente, al menos teóricamente, entre el consumo y la producción de sentido.

El marco teórico elegido como punto de partida para esta reflexión sobre la reproducción musical procura dar cuenta de la riqueza y heterogeneidad de nuestra carrera. En tal sentido, entendemos que Walter Benjamin, Guy Debord y George Steiner constituyen piezas fundamentales del espejo partido en el que podemos reconocernos quienes la hemos transitado.

En palabras de Alicia Entel, “el pensamiento benjaminiano y su método ‘micrológico’ —la realidad bajo la lupa— asombra por su capacidad anticipatoria, por ver donde otros mantienen la ceguera, y por su irrenunciable actualidad”. Abordar cualquier análisis vinculado a lo artístico desde la perspectiva de Benjamin implica recurrir a conceptos que, como afirma el autor en el prefacio a La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica, “resultan completamente inútiles a los propósitos del fascismo” y que, por el contrario, “sirven para la formulación de demandas revolucionarias en las políticas del arte”. Escrito en Alemania durante los años del nazismo, este texto concentra una potencia sumamente valiosa para analizar la relación entre arte y política en general y las implicancias de la reproducción de obras de arte a través de la técnica en particular, razón por la cual constituye uno de los pilares teóricos del presente trabajo. Si bien su análisis se centra en las obras pictóricas y el cine, también llama la atención sobre los cambios que a partir de la reproductibilidad técnica operan sobre la percepción de lo musical, toda vez que, por ejemplo, “una producción coral, ejecutada en un auditorio o al aire libre, se reproduce en la sala de estar”.

Benjamin recurre al concepto de aura para designar aquello de lo que carece “incluso la más perfecta reproducción de una obra de arte: su presencia en el tiempo y el espacio, su existencia única en el lugar en el que está, que refiere a la historia a la que estuvo sujeta a lo largo de su existencia”. La contemplación tradicional de la obra de arte como objeto histórico remite a los objetos naturales, en los que el aura surge como “la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)”. La técnica de la reproducción reemplaza esta “existencia única” por una “pluralidad de copias”. ¿Qué implica este atrofiamiento del aura? En principio y fundamentalmente, la liberación de la obra “de su dependencia parasitaria del ritual, para convertirse en obra diseñada para su reproductibilidad”. Si el arte tiene su origen en las ceremonias religiosas y, a lo largo de la historia, su valor cultual fue cediendo protagonismo ante el surgimiento del valor exhibitivo, la técnica de la reproducción que sustrae el objeto reproducido del dominio de la tradición permite pensar en nuevas funciones del arte que podrían acabar por desplazar la función esencialmente artística. Esta reflexión constituye uno de los puntos de partida de nuestro análisis, en la medida en que la práctica que procuramos abordar se caracteriza por la audición no atenta de la música grabada, donde el valor exhibitivo de la obra cede ante un tipo distinto de valor. Para Benjamin, “en el momento en que el criterio de autenticidad deja de ser aplicable a la producción artística, la función del arte se ve completamente alterada. En lugar de estar fundamentada en un ritual, comienza a estarlo en otra práctica: la política”. La creciente masificación —fenómeno característico de la era de reproductibilidad técnica de la obra de arte— y la creciente proletarización son dos caras de un mismo proceso, por el cual fascismo —el autor se refiere a su contexto histórico, pero las implicancias de su análisis y sus desafíos políticos llegan hasta nuestro días— “intenta organizar a las nuevas masas proletarias sin modificar la estructura de propiedad que aquellas se esfuerzan por abolir”. Si el desarrollo técnico parece evidenciar cada vez con mayor fuerza la absurda estructura de propiedad que es condición del capitalismo y el fascismo expresa brutalmente —a través de la guerra— la defensa racional de lo irracional, el resultado lógico de éste es, entonces, “la introducción de lo estético en lo político”. En ese sentido, dice Benjamin, “la humanidad se ha convertido en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un nivel tal que le permite experimentar su propia destrucción como un placer estético de primer orden”.

Benjamin anticipa conceptos teóricos que tres décadas más tarde Guy Debord desarrollará en La sociedad del espectáculo. No solo por esta idea de la humanidad como espectáculo de sí misma, sino también al advertir “el impacto que la transformación tecnológica para la reproducción de la imagen tendría sobre las percepciones del tiempo y del espacio, y sugerir la idea de que las percepciones humanas, nuestros modos de ver, son históricos”. Sin referirse explícitamente a Benjamin, Debord desarrolla su teoría en torno a la noción de espectáculo, entendiéndolo como “una Weltanschauung efectivizada, expresada en el plano material, una visión del mundo que se ha objetivado”. “El espectáculo constituye el modelo actual de la vida socialmente dominante. Es la afirmación de una elección ya hecha en la producción, y de su consumo que es su corolario. Forma y contenido del espectáculo son, idénticamente, la justificación total de las condiciones y fines del sistema vigente”. En palabras de Christian Ferrer, el espectáculo constituye “una nueva modalidad de disponer de lo verosímil y de lo incorrecto mediante la imposición de una separación fetichizada del mundo de índole tecnoestética. Prescribiendo lo permitido y conveniente así como desestimando en lo posible la experimentación vital no controlada, la sociedad espectacular regula la circulación social del cuerpo y de las ideas”. Resuena aquí la idea de Benjamin sobre estetización de la política, en tanto “la misión de la sociedad tecnoespectacular no consiste en permitir o retrasar el progreso, sino en conducir a la humanidad a un estadio diferente de dominación”. Este estadio de dominación que describe Debord interesa particularmente a nuestra reflexión sobre la audición de música a través de dispositivos tecnológicos porque entendemos que la escucha desatenta solo puede darse en un contexto de desapego absoluto entre el momento de la escucha y el de la ejecución musical, lo cual ocurre en la medida en que el espectáculo es “la expresión de la separación y de la alienación entre el hombre y el hombre”’.

“La realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente”. Como “relación social entre personas, mediatizada a través de imágenes”, el espectáculo constituye la forma en que en la sociedad moderna aparece representado lo que en otros períodos históricos “se vivía directamente”. El espectáculo es la “producción principal de la sociedad actual” porque “la unidad irreal que proclama es el disfraz de la división de clases en que se basa la unidad real del modo de producción capitalista”. La separación entre producción y consumo —es decir, entre la condición de productor y consumidor en cada persona— propia del capitalismo, se da de un modo particular en la sociedad del espectáculo y configura un tipo específico de individuo, signado por la “pérdida de la facultad de encuentro y su reemplazo por la ilusión del encuentro. En una sociedad donde ya nadie puede ser reconocido por los demás, cada individuo queda incapacitado para reconocer su propia realidad”. La experiencia —lo verdadero— cede ante la apariencia —lo falso—, “el reconocimiento de mercancías y su consumo ocupan el centro de esta pseudorrespuesta a una comunicación sin respuesta”. En la sociedad del espectáculo, la única comunicación posible es “instantánea” y “unilateral”. El sujeto espectacular, sin posibilidades de encuentro ni de comunicación por fuera de lo espectacular, deviene “despreciable”, es decir, “espectador”.

A partir de esta visión propuesta por Debord respecto de la producción cultural en nuestra época –“cuando la cultura es convertida íntegramente en mercancía, ella también debe pasar a ser la mercancía-vedette de la sociedad espectacular”, sostiene—, recurriremos a George Steiner, quien en Presencias reales sostiene la hipótesis de que “cualquier explicación coherente de la capacidad del habla humana para comunicar significado y sentimiento está, en última instancia, garantizada por el supuesto de la presencia de Dios” y que, en este sentido, “la experiencia del significado estético —en particular el de la literatura, las artes y la forma musical— infiere la posibilidad necesaria de esta “presencia real”. Esta idea interesa porque nos permite pensar que, aun a través de la mediación espectacular que describe Debord, la creación artística nos permitiría restablecer un diálogo, una comunicación no-unilateral. “La apuesta en favor del significado del significado, en favor del potencial de percepción y respuesta cuando una voz humana se dirige a otra, cuando nos enfrentamos al texto, la obra de arte o la pieza musical, es decir, cuando encontramos al otro en su condición de libertad, es un apuesta en favor de la trascendencia”, dice Steiner. Si en la apuesta de todo artista se afirma la presencia de una realidad, de una sustanciación en el lenguaje y la forma, esta idea de trascendencia nos permite pensar en la posibilidad de recuperar la facultad de encuentro a través del arte.

No resulta sencillo conciliar esta noción de trascendencia en la percepción con los sujetos espectadores descritos por Debord. ¿Qué tipo de abordaje de la obra se requiere para acceder a la experiencia de esa presencia real, de ese encuentro con el otro a través del arte? ¿Qué rasgos de nuestra forma actual de consumo atentan contra esa posibilidad? Steiner —su texto data de 1989, podemos animarnos a decir que mucho de lo que allí se describe no ha hecho sino agudizarse durante las últimas décadas— sostiene que existe en nuestra sociedad un “predominio de lo secundario y lo parasitario”, la producción supernumeraria de objetos culturales producidos únicamente para su consumo, que parecen no originarse en un acto de creación sino en la remisión infinita a otros objetos. Con Debord, podríamos decir que este fenómeno es propio de un mundo “realmente invertido”, donde “lo verdadero es un momento de lo falso” y que “en la industria espectaculista moderna, el fin no es nada, el desarrollo es todo y el espectáculo no quiere llegar a ninguna parte que no sea a sí mismo”. Esta proliferación de lo secundario nos remite también a Benjamin, en la medida en que se trata de un proceso que parecería erigirse sobre cierta posibilidad, fundada por la reproductibilidad técnica, de producir objetos culturales libres de aura. En este sentido, podríamos asimilar lo parasitario que describe Steiner a reproducciones sin original, copias que no guardan ya relación alguna con un objeto artístico.

Frente a este predominio de lo secundario y lo parasitario, Steiner desarrolla las ideas de riesgo y responsabilidad: “a diferencia del reseñador, el crítico literario, el vivisector y juez académico, el ejecutante invierte su propio ser en el proceso de interpretación. Sus lecturas, sus puestas en acto de significados y valores elegidos, no son los de un examen externo. Son un compromiso con el riesgo, una respuesta que es, en su sentido radical, responsable. Llamaré responsabilidad a la respuesta interpretativa bajo la presión de la puesta en acto. La auténtica experiencia de comprensión, cuando nos habla otro ser humano o un poema, es de una responsabilidad que responde”. La responsabilidad que asumimos frente a un otro que se arriesga hacia nosotros a través de la creación artística, nos obliga a desplazarnos del lugar de espectadores. La responsabilidad —entendida como capacidad de respuesta— ante la obra, nos transforma de consumidores en potenciales productores sentido. A partir de estas nociones, el autor propone una comunidad imaginaria donde el comentario fuese prohibido. “La prohibición principal haría referencia a las reseñas, las críticas y las interpretaciones discursivas de las composiciones musicales”. Es que, si nos ceñimos al concepto de responsabilidad, “la crítica musical verdaderamente responsable ante su objeto se encuentra en el interior de la propia música”. A partir de esta parábola, el autor plantea una pregunta de suma importancia para el presente análisis: “la de la presencia o ausencia de poiesis, del acto y la experiencia del acto de creación en su sentido más cabal, en nuestras vidas individuales y en la política de nuestro ser social”.

Entendemos que esta capacidad creativa debe estar en la base de cualquier concepción teórica que apueste a la transformación social por el camino de la política. A partir de los tres autores mencionados —Benjamin para abordar la dimensión política del arte, Debord para entender la dimensión artística de la política y Steiner para acceder a aquello que es específico de creación artística y que no existe en ninguna otra esfera de la vida social— y recurriendo a algunos otros para abordar cuestiones más específicas, intentaremos recorrer el fenómeno de la audición distraída de música a través de dispositivos tecnológicos.

Cada uno de los tres capítulos que componen este trabajo intenta abordar la temática propuesta desde un eje particular. El primero propone un análisis del fenómeno de audición de música grabada desde lo individual, lo social y el lenguaje. El segundo ensaya una sintética historización de la reproductibilidad técnica de la música desde una perspectiva crítica. El tercero intenta realizar un aporte político al campo musical y un aporte musical a la esfera política. Algunas preguntas inspiran y guían este recorrido: ¿Qué producimos cuando reproducimos música? ¿Qué presencias invocamos cuando actualizamos una vieja melodía? ¿Qué es lo que se reproduce cuando ya no existe un original? ¿Cuál es el fenómeno que en la obra de arte actual compensa la pérdida del aura descrita por Benjamin? ¿Existe relación entre ejecutar música a través de un instrumento y reproducirla a partir de un dispositivo técnico? ¿Existe relación entre reproducción y creación musical?

Procuraremos, a la luz del corpus teórico propuesto y por medio de la reflexión crítica del fenómeno descrito y sus implicancias vinculadas a lo social, ensayar respuestas certeras a estos interrogantes. No nos anima el afán de clausurar ninguna cuestión, sino la posibilidad de aprender a formular preguntas más poderosas.

Idioma

spa

Extent

56 p.

Derechos

info:eu-repo/semantics/openAccess
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es
Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)

Formato

application/pdf

Identificador

http://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1601

Tesis Item Type Metadata

Título obtenido

Licenciado en Ciencias de la Comunicación

Institución otorgante

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales

Lugar de edición

Identificador interno

4438
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https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1217 <![CDATA[Museo tomado : inscripciones y relatos de contemporaneidad en el Museo Nacional de Bellas Artes a partir del ciclo Bellos Jueves]]> El siguiente trabajo se propone indagar en torno a los relatos e inscripciones vinculados a la condición de contemporaneidad que se despliegan cuando una
institución museística, al identificar restricciones en su apertura al público, plantea una serie de actividades como respuesta. Durante el 2014 y el 2015, se desarrolló el ciclo Bellos Jueves (BJ) en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), iniciativa que puso a dialogar el acervo de la colección permanente del museo con intervenciones artísticas contemporáneas con la intención de convocar nuevos públicos y proponer otros modos de habitar el museo. La incorporación de prácticas artísticas contemporáneas se percibe, como síntomas de una condición de lo “nuevo” o cuánto menos aspectos que indican modificaciones en las prácticas de exhibición y recepción del arte al interior de un museo decimonónico. Bajo este periodo, se establece un conjunto de prácticas que tensionan los sentidos construidos al interior de la institución y a su vez, generan interrogantes sobre la contemporaneidad en el campo artístico.

Según voces institucionales del museo, BJ surge para dar respuesta a una situación específica: una cierta franja etaria –de 20 a 35 años aproximadamente- no estaba visitando el museo. El museo entiende que la ausencia de público joven está ligado a la escasa participación de jóvenes artistas en su programación. Es así que se propone convocar/invitar a artistas contemporáneos a pensar posibles cruces conceptuales, espaciales y estéticos entre sus producciones artísticas y las obras permanentes del museo. El último jueves de cada mes, durante dos años consecutivos, en un horario no convencional, el MNBA ofreció sus salas como “espacio de experimentación” (Villanueva, 2015) para proponer novedosas formas de acercamiento a las obras, una (re) lectura de su colección, otros recorridos y vivencias en su visita.

BJ tuvo como objetivo entrecruzar el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes con proyectos de artistas y músicos contemporáneos. En ese aspecto, BJ encontró su leitmotiv en la premisa "toda producción contemporánea altera y modifica las obras del pasado" (MNBA, 02/09/2014). La exhibición de trabajos, de carácter efímero, tan sólo duraba algunas horas proponiendo una serie de ensayos en relación a la museografía de la colección permanente y su vínculo con prácticas artísticas más actuales. Pero, en ese ejercicio, reconoció también una reorganización y relectura de un fragmento del patrimonio exhibido en nuevo(s) relato(s) acompañado, a través del cruce, por una obra actual. Las interconexiones entre la colección permanente y las intervenciones contemporáneas surgen a partir de la participación de una comunidad de jóvenes artistas –en su mayoría menores de 30 años- y de prácticas de selección, reselección y confección de nuevos relatos que ejerce la práctica curatorial al interior de la institución. En esta línea, esta investigación se pregunta por ese excedente de sentido que el ciclo propuso rebasando los límites conocidos del museo.]]>
2021-11-25T08:29:38-03:00

Dublin Core

Título

Museo tomado : inscripciones y relatos de contemporaneidad en el Museo Nacional de Bellas Artes a partir del ciclo Bellos Jueves

Autor/es

Colaborador

Bermejo, Talía

Fecha

2018

Spatial Coverage

Temporal Coverage

2014-2015

Descripción

El siguiente trabajo se propone indagar en torno a los relatos e inscripciones vinculados a la condición de contemporaneidad que se despliegan cuando una
institución museística, al identificar restricciones en su apertura al público, plantea una serie de actividades como respuesta. Durante el 2014 y el 2015, se desarrolló el ciclo Bellos Jueves (BJ) en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), iniciativa que puso a dialogar el acervo de la colección permanente del museo con intervenciones artísticas contemporáneas con la intención de convocar nuevos públicos y proponer otros modos de habitar el museo. La incorporación de prácticas artísticas contemporáneas se percibe, como síntomas de una condición de lo “nuevo” o cuánto menos aspectos que indican modificaciones en las prácticas de exhibición y recepción del arte al interior de un museo decimonónico. Bajo este periodo, se establece un conjunto de prácticas que tensionan los sentidos construidos al interior de la institución y a su vez, generan interrogantes sobre la contemporaneidad en el campo artístico.

Según voces institucionales del museo, BJ surge para dar respuesta a una situación específica: una cierta franja etaria –de 20 a 35 años aproximadamente- no estaba visitando el museo. El museo entiende que la ausencia de público joven está ligado a la escasa participación de jóvenes artistas en su programación. Es así que se propone convocar/invitar a artistas contemporáneos a pensar posibles cruces conceptuales, espaciales y estéticos entre sus producciones artísticas y las obras permanentes del museo. El último jueves de cada mes, durante dos años consecutivos, en un horario no convencional, el MNBA ofreció sus salas como “espacio de experimentación” (Villanueva, 2015) para proponer novedosas formas de acercamiento a las obras, una (re) lectura de su colección, otros recorridos y vivencias en su visita.

BJ tuvo como objetivo entrecruzar el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes con proyectos de artistas y músicos contemporáneos. En ese aspecto, BJ encontró su leitmotiv en la premisa "toda producción contemporánea altera y modifica las obras del pasado" (MNBA, 02/09/2014). La exhibición de trabajos, de carácter efímero, tan sólo duraba algunas horas proponiendo una serie de ensayos en relación a la museografía de la colección permanente y su vínculo con prácticas artísticas más actuales. Pero, en ese ejercicio, reconoció también una reorganización y relectura de un fragmento del patrimonio exhibido en nuevo(s) relato(s) acompañado, a través del cruce, por una obra actual. Las interconexiones entre la colección permanente y las intervenciones contemporáneas surgen a partir de la participación de una comunidad de jóvenes artistas –en su mayoría menores de 30 años- y de prácticas de selección, reselección y confección de nuevos relatos que ejerce la práctica curatorial al interior de la institución. En esta línea, esta investigación se pregunta por ese excedente de sentido que el ciclo propuso rebasando los límites conocidos del museo.

Idioma

spa

Extent

188 p.

Derechos

info:eu-repo/semantics/openAccess
Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)

Formato

application/pdf

Cobertura

7593303
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (autonomus city)
2014-2015

Tesis Item Type Metadata

Título obtenido

Licenciada en Ciencias de la Comunicación

Institución otorgante

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales

Lugar de edición

Identificador interno

4226
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https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1215 <![CDATA[Arte e institución de sentido : la construcción de una perspectiva desde la sociología de Pierre Bourdieu y la fenomenología Merleau-Ponty]]> Pese a haber sido hegemonizadas desde el siglo XVIII por la tradición estética, las investigaciones en torno al arte progresivamente se han ido desarrollando al interior de la teoría social –historia del arte, sociología, antropología, psicología etc.–. Podría decirse que, en buena medida, el interés manifestado por estas disciplinas corrió a la par con el reconocimiento de las determinaciones sociales –y no sólo estrictamente estéticas– involucradas en las actividades artísticas.

Así, la producción, circulación y consumo de las obras de arte fueron interrogadas a propósito de los condicionamientos económicos y sociales que operaban como sus condiciones de posibilidad. Estas reflexiones han tenido la virtud de señalar los límites y alcances, tanto de la potencialidad crítica de las prácticas artísticas - fundamentalmente en lo referido a las transformaciones del capitalismo moderno y la sociedad de masas– como su carácter activo en la creación de las «visiones de mundo» que le eran contemporáneas.

Tal como lo señala Natalie Heinich, esta cuestión supuso un desplazamiento al interior de la producción teórica. Se pasó del enfoque tradicional «interno» centrado en la obra y hegemonizado por la filosofía, hacia un enfoque «externo» o sociologizante centrado en los contextos históricos y sociales en los que éstas adquirían su sentido y valor. Sin embargo, también a juicio de Heinich, estos análisis no han ido más allá de la introducción de un tercer término –la sociedad– entre el binomio artistas-obras, propio del enfoque tradicional. Habiendo postulado como punto de partida una disyunción entre el arte y la sociedad se trataba de buscar, a posteriori, la relación entre ambos.

Los aportes de Bourdieu en esta problemática hallan su definición en la crítica bifronte tanto a los enfoques internos de cuño filosófico como a los externos, característicos de los primeros abordajes en ciencias sociales. En efecto, su sociología de la cultura supuso la elaboración de una perspectiva original [«teoría de la práctica»] que intentó superar las dicotomías clásicas y colocó al cuerpo y su relación con el mundo social –entendida en términos de «illusio», «sentido práctico» o «creencia [doxa]»–, como un eje fundamental de los fenómenos sociales.

La inscripción del problema del arte en una teoría de la práctica le permitió vislumbrar tanto el modo en que lo exterior se incorpora bajo la forma de disposiciones prácticas – habitus– y lo interior se exterioriza en los sentidos objetivados en el espacio social – «campos»–, como la relevancia asumida por la adhesión dóxica del cuerpo al mundo en los procesos de reconocimiento, legitimación y eventual transformación de los sentidos disponibles.

A partir de esto Bourdieu pudo elaborar una matriz de intelección del arte y las actividades simbólicas en general, a las que concibió como un tipo de práctica social con lógicas de funcionamiento propios –«campo del arte»–. No se trataba de partir del arte como un dato y ver luego sus vínculos con la sociedad, sino de establecer el modo en que el juego social y la relación de creencia –«illusio»– implicado en él, instituía el sentido de ciertas prácticas y objetos como artísticos. Esta dirección le permitió establecer no sólo determinaciones objetivas en la producción del sentido de los fenómenos sociales sino sus condiciones de posibilidad subjetivas –respecto de las cuales el cuerpo asumía un papel central–.

Es sabido que bajo este propósito, Bourdieu se valió de aportes provenientes de otras disciplinas, entre ellas la filosofía. En efecto, si bien desde un comienzo mantuvo con ella sendas críticas, supo hacer operativas sus nociones para un análisis del mundo social. Tal ha sido el caso de su vínculo con la fenomenología de Merleau-Ponty, a la que le reconoció una importante contribución para el desarrollo de su teoría del habitus, y a la que se propuso superar a partir de una sociologización, historización de sus descripciones.

Sin embargo, las apreciaciones de Bourdieu sobre Merleau-Ponty no refieren nunca a su concepción del arte, a pesar de que en ambos este problema haya convocado una reflexión sobre el sentido y su relación con el cuerpo y la creencia.

En efecto, Merleau-Ponty pensó el arte a partir de una «teoría de la expresión» que le permitió considerarlo como un modo de institución de sentido capaz de poner al descubierto el «vínculo primordial del cuerpo con el mundo» entendido como «creencia originaria» o «Urdoxa».

Por otra parte, esta relación tampoco fue abordada entre sus comentadores. No se encuentran trabajos que propongan una lectura conjunta de ambos autores en relación al arte, el sentido y la creencia. Los análisis sobre ambos se limitan a consignar deudas teóricas o a dar cuenta de las críticas de Bourdieu a Merleau-Ponty, tanto en lo referido a la elaboración de su teoría de la práctica como al modo en que ésta habría significado la superación de la fenomenología.

En este marco, la presente investigación tiene por propósito indagar las condiciones de la institución del sentido en las prácticas artísticas a partir de la construcción de una perspectiva que articule la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu y la filosofía de Maurice Merleau-Ponty. Una aproximación semejante resulta pertinente en cuanto permitiría pensar, no sólo las condiciones objetivas que hacen posibles dichas prácticas– instituciones, condición de clase, nivel de acceso a la cultura etc.– sino también las condiciones subjetivas –vinculadas al cuerpo y la percepción– que se hallarían en el origen de la irrupción de sentidos nuevos. A tal efecto se analizará la teoría de la práctica de Pierre Bourdieu y la teoría de la percepción y la expresión en Maurice Merleau-Ponty.

Una articulación de esta naturaleza apunta a subtender los extremos de una reflexión acerca del arte preocupada tanto por brindar un abordaje filosófico –que se aboque a pensar condiciones generales del cuerpo, la subjetividad, lo social, el sentido– sin por ello solapar las condiciones y condicionamientos sociales en los cuales se efectivizan y sin las cuales éstas no existirían. De este modo, el abordaje propuesto se organiza en torno a una reflexión sobre la actividad artística y sus procesos creativos, preocupada tanto por discernir condiciones generales del cuerpo y del sentido, como condiciones socio-históricas capaces de explicar el funcionamiento efectivo de tales prácticas en el marco de la sociedad contemporánea.

No se trata de pensar una esencialidad del arte, sea para hipostasiarla o para identificarla en el curso contingente de lo histórico-social. Tampoco se pretende reducir el arte a una mera convención, asemejarla a cualquier otro tipo de práctica social –en la que la costumbre y eficacia del poder dominante alcanzarían para explicar el valor desmesurado y fetichizado de sus productos–. Ni necesidad a priori ni mera contingencia, más bien es dable considerar en el estudio de estas prácticas, la existencia de un dominio de la vida social donde se revela su capacidad tanto para transformar sentidos disponibles como para producir significaciones nuevas.

En este orden de cosas, el arte puede ser pensado como una práctica instituyente que compromete los dominios de una comunicación verdadera: vale decir aquella que hace existir lo que comunica y que no sólo pretende erigirse como mero instrumento de un sentido que le preexiste en otra parte y bajo otra materialidad.

El problema del arte –convocado a propósito de Pierre Bourdieu y Merleau-Ponty– atraviesa entonces una serie de tensiones que exigen el esfuerzo de pensar según nuevas categorías. Estas deben ser capaces de vislumbrar caminos que no conduzcan a las conocidas dicotomías que organizaron el pensamiento moderno –y cuya eficacia aun se vislumbra en la buena salud que gozan en el territorio del sentido común–: necesidad vs contingencia es una de ellas, pero podría extenderse también a otras como teoría-práctica, general-particular, esencia-existencia, cuerpo-espíritu [alma, mente, psique], o incluso aun a aquellas que escinden áreas disciplinares, como la ciencia versus la filosofía, por men-cionar alguna.

En este sentido, ambos autores coinciden en la elaboración de un abordaje que sea capaz de ir más allá de los sentidos sedimentados. Así por ejemplo, Merleau-Ponty recuperará la noción de cuerpo para hacerle decir otra cosa y mucho más que la mera res extensa, máquina o materia que la filosofía cartesiana cristalizó y condenó como un obstáculo al conocimiento. O Bourdieu propondrá la noción de «habitus» para señalar un nuevo campo de análisis para la sociología, ni meramente objetivo ni propiamente subjetivo, ni pura adecuación a reglas exteriores, manifestación de la eficacia y poder de las estructuras, ni completa interioridad ajena a determinaciones sociales, creación ex nihilo de un sujeto puro.

Por consiguiente, el arte como práctica de un cuerpo o de un habitus –tal como ambos lo concibieron– exige el desarrollo de una producción teórica crítica, capaz de elaborar nuevos conceptos para vislumbrar nuevos dominios y formas de su existencia y funcionamiento: tanto en lo que concierne a las condiciones y condicionamientos sociales y la forma de poder en los que dichas prácticas se realizan, como la dinámica de una producción de sentidos innovadores capaz de trastocar/trastornar lo disponible y modificar así la estabilidad de lo histórico-social.

Pensar el arte bajo estas coordenadas equivale entonces a pensar procesos de producción de significaciones. Pero su matriz de análisis no se limita a las prácticas artísticas sino que se ofrece de utilidad para dar cuenta de otros dominios de la complejidad del todo social en las que también se manifieste la emergencia de significaciones novedosas: por ejemplo el terreno de la política. Tal es así, porque el problema de fondo es, sin lugar a dudas, el mismo. En uno y otro caso se trata de echar luz sobre las prácticas instituyentes, por el sujeto que las realiza, por la relación con lo instituido y por las condiciones de su duración o sedimentación, es decir por su temporalidad.

Por tal razón, una articulación teórico-conceptual de estas características, no se limita a los objetos aquí privilegiados –aquello que en una configuración social es concebido como «arte»– sino que puede funcionar como una matriz de análisis para pensar la dinámica otras prácticas sociales instituyentes.

El problema que aquí se convoca pretende ser un aporte al campo de las Ciencias de la Comunicación en tanto se trata de elaborar un marco teórico capaz de brindar una estructura de intelección para la producción social del sentido. Esto resulta un punto neurálgico para la problemática comunicacional, siempre y cuando no se la limite a consignar lo que acontece únicamente en los medios masivos de comunicación, ni sea pensada como un mero instrumento y vehículo de sentidos existentes. Si el presente trabajo compromete a la problemática comunicacional es sin duda, en tanto asume una toma de posición respecto a lo que se considera bajo tal nominación: no el estudio de los dispositivos y soportes de circulación de mensajes, ni los problemas de su codificación/decodificación, sino la dinámica de la producción social de las significaciones y las condiciones históricas e implicaciones subjetivas allí comprometidas.

El enfoque propuesto no se inscribe en una perspectiva semiótica o semiológica interesada en indagar el arte en su existencia sígnica. Antes bien, lo que se compromete es un abordaje que rescate la especificidad de las prácticas artísticas en la vida social –tanto en su dimensión objetivada en instituciones y lógicas que trascienden la voluntad y capacidad reflexiva de los agentes sociales–, como en su carácter incorporado –encarnado en disposiciones de percepción, cognición y acción–. Lógicas de producción, recepción y reconocimiento de significaciones, que involucran un modo de comprender los fenómenos comunicacionales como instancias de irrupción de significaciones novedosas, tanto como productos de operaciones de legitimación y reconocimiento social.

Este modo de comprender los fenómenos comunicacionales revela la pertinencia de una articulación teórica como la propuesta. En efecto, por un lado y tal como lo plantea Daniel Mundo, los textos de Merleau-Ponty se hallan surcados e impulsados por una filosofía de la comunicación que implica por completo un modo de concebir la existencia del sentido –en términos de expresión–, y su compromiso con el fenómeno de la corporalidad. Por su parte, la sociología de Pierre Bourdieu, persigue el interés de especificar las condiciones y condicionamientos sociales asociados a condiciones de existencia específicas que se hallarían en la base tanto de la comprensión de las prácticas artísticas, su recepción y producción.

Estas razones permiten afirmar que tanto el campo de problemas aquí analizados, como aquellos que se pretenden esbozar como punto de partida para investigaciones futuras, resultan pertinentes para ser desplegados bajo el marco de un trabajo de graduación de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Se trata de una propuesta de articulación teórica interdisciplinaria, a la vez filosófica y sociológica, capaz de echar nuevas luces sobre los fenómenos comunicacionales en su articulación compleja con el mundo social y con las subjetividades, entendidas tanto como productoras, como productos de lo que allí acontece: es decir de lo que toma forma y consistencia.]]>
2021-11-25T08:29:38-03:00

Dublin Core

Título

Arte e institución de sentido : la construcción de una perspectiva desde la sociología de Pierre Bourdieu y la fenomenología Merleau-Ponty

Colaborador

Ferme, Federico

Fecha

2018

Descripción

Pese a haber sido hegemonizadas desde el siglo XVIII por la tradición estética, las investigaciones en torno al arte progresivamente se han ido desarrollando al interior de la teoría social –historia del arte, sociología, antropología, psicología etc.–. Podría decirse que, en buena medida, el interés manifestado por estas disciplinas corrió a la par con el reconocimiento de las determinaciones sociales –y no sólo estrictamente estéticas– involucradas en las actividades artísticas.

Así, la producción, circulación y consumo de las obras de arte fueron interrogadas a propósito de los condicionamientos económicos y sociales que operaban como sus condiciones de posibilidad. Estas reflexiones han tenido la virtud de señalar los límites y alcances, tanto de la potencialidad crítica de las prácticas artísticas - fundamentalmente en lo referido a las transformaciones del capitalismo moderno y la sociedad de masas– como su carácter activo en la creación de las «visiones de mundo» que le eran contemporáneas.

Tal como lo señala Natalie Heinich, esta cuestión supuso un desplazamiento al interior de la producción teórica. Se pasó del enfoque tradicional «interno» centrado en la obra y hegemonizado por la filosofía, hacia un enfoque «externo» o sociologizante centrado en los contextos históricos y sociales en los que éstas adquirían su sentido y valor. Sin embargo, también a juicio de Heinich, estos análisis no han ido más allá de la introducción de un tercer término –la sociedad– entre el binomio artistas-obras, propio del enfoque tradicional. Habiendo postulado como punto de partida una disyunción entre el arte y la sociedad se trataba de buscar, a posteriori, la relación entre ambos.

Los aportes de Bourdieu en esta problemática hallan su definición en la crítica bifronte tanto a los enfoques internos de cuño filosófico como a los externos, característicos de los primeros abordajes en ciencias sociales. En efecto, su sociología de la cultura supuso la elaboración de una perspectiva original [«teoría de la práctica»] que intentó superar las dicotomías clásicas y colocó al cuerpo y su relación con el mundo social –entendida en términos de «illusio», «sentido práctico» o «creencia [doxa]»–, como un eje fundamental de los fenómenos sociales.

La inscripción del problema del arte en una teoría de la práctica le permitió vislumbrar tanto el modo en que lo exterior se incorpora bajo la forma de disposiciones prácticas – habitus– y lo interior se exterioriza en los sentidos objetivados en el espacio social – «campos»–, como la relevancia asumida por la adhesión dóxica del cuerpo al mundo en los procesos de reconocimiento, legitimación y eventual transformación de los sentidos disponibles.

A partir de esto Bourdieu pudo elaborar una matriz de intelección del arte y las actividades simbólicas en general, a las que concibió como un tipo de práctica social con lógicas de funcionamiento propios –«campo del arte»–. No se trataba de partir del arte como un dato y ver luego sus vínculos con la sociedad, sino de establecer el modo en que el juego social y la relación de creencia –«illusio»– implicado en él, instituía el sentido de ciertas prácticas y objetos como artísticos. Esta dirección le permitió establecer no sólo determinaciones objetivas en la producción del sentido de los fenómenos sociales sino sus condiciones de posibilidad subjetivas –respecto de las cuales el cuerpo asumía un papel central–.

Es sabido que bajo este propósito, Bourdieu se valió de aportes provenientes de otras disciplinas, entre ellas la filosofía. En efecto, si bien desde un comienzo mantuvo con ella sendas críticas, supo hacer operativas sus nociones para un análisis del mundo social. Tal ha sido el caso de su vínculo con la fenomenología de Merleau-Ponty, a la que le reconoció una importante contribución para el desarrollo de su teoría del habitus, y a la que se propuso superar a partir de una sociologización, historización de sus descripciones.

Sin embargo, las apreciaciones de Bourdieu sobre Merleau-Ponty no refieren nunca a su concepción del arte, a pesar de que en ambos este problema haya convocado una reflexión sobre el sentido y su relación con el cuerpo y la creencia.

En efecto, Merleau-Ponty pensó el arte a partir de una «teoría de la expresión» que le permitió considerarlo como un modo de institución de sentido capaz de poner al descubierto el «vínculo primordial del cuerpo con el mundo» entendido como «creencia originaria» o «Urdoxa».

Por otra parte, esta relación tampoco fue abordada entre sus comentadores. No se encuentran trabajos que propongan una lectura conjunta de ambos autores en relación al arte, el sentido y la creencia. Los análisis sobre ambos se limitan a consignar deudas teóricas o a dar cuenta de las críticas de Bourdieu a Merleau-Ponty, tanto en lo referido a la elaboración de su teoría de la práctica como al modo en que ésta habría significado la superación de la fenomenología.

En este marco, la presente investigación tiene por propósito indagar las condiciones de la institución del sentido en las prácticas artísticas a partir de la construcción de una perspectiva que articule la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu y la filosofía de Maurice Merleau-Ponty. Una aproximación semejante resulta pertinente en cuanto permitiría pensar, no sólo las condiciones objetivas que hacen posibles dichas prácticas– instituciones, condición de clase, nivel de acceso a la cultura etc.– sino también las condiciones subjetivas –vinculadas al cuerpo y la percepción– que se hallarían en el origen de la irrupción de sentidos nuevos. A tal efecto se analizará la teoría de la práctica de Pierre Bourdieu y la teoría de la percepción y la expresión en Maurice Merleau-Ponty.

Una articulación de esta naturaleza apunta a subtender los extremos de una reflexión acerca del arte preocupada tanto por brindar un abordaje filosófico –que se aboque a pensar condiciones generales del cuerpo, la subjetividad, lo social, el sentido– sin por ello solapar las condiciones y condicionamientos sociales en los cuales se efectivizan y sin las cuales éstas no existirían. De este modo, el abordaje propuesto se organiza en torno a una reflexión sobre la actividad artística y sus procesos creativos, preocupada tanto por discernir condiciones generales del cuerpo y del sentido, como condiciones socio-históricas capaces de explicar el funcionamiento efectivo de tales prácticas en el marco de la sociedad contemporánea.

No se trata de pensar una esencialidad del arte, sea para hipostasiarla o para identificarla en el curso contingente de lo histórico-social. Tampoco se pretende reducir el arte a una mera convención, asemejarla a cualquier otro tipo de práctica social –en la que la costumbre y eficacia del poder dominante alcanzarían para explicar el valor desmesurado y fetichizado de sus productos–. Ni necesidad a priori ni mera contingencia, más bien es dable considerar en el estudio de estas prácticas, la existencia de un dominio de la vida social donde se revela su capacidad tanto para transformar sentidos disponibles como para producir significaciones nuevas.

En este orden de cosas, el arte puede ser pensado como una práctica instituyente que compromete los dominios de una comunicación verdadera: vale decir aquella que hace existir lo que comunica y que no sólo pretende erigirse como mero instrumento de un sentido que le preexiste en otra parte y bajo otra materialidad.

El problema del arte –convocado a propósito de Pierre Bourdieu y Merleau-Ponty– atraviesa entonces una serie de tensiones que exigen el esfuerzo de pensar según nuevas categorías. Estas deben ser capaces de vislumbrar caminos que no conduzcan a las conocidas dicotomías que organizaron el pensamiento moderno –y cuya eficacia aun se vislumbra en la buena salud que gozan en el territorio del sentido común–: necesidad vs contingencia es una de ellas, pero podría extenderse también a otras como teoría-práctica, general-particular, esencia-existencia, cuerpo-espíritu [alma, mente, psique], o incluso aun a aquellas que escinden áreas disciplinares, como la ciencia versus la filosofía, por men-cionar alguna.

En este sentido, ambos autores coinciden en la elaboración de un abordaje que sea capaz de ir más allá de los sentidos sedimentados. Así por ejemplo, Merleau-Ponty recuperará la noción de cuerpo para hacerle decir otra cosa y mucho más que la mera res extensa, máquina o materia que la filosofía cartesiana cristalizó y condenó como un obstáculo al conocimiento. O Bourdieu propondrá la noción de «habitus» para señalar un nuevo campo de análisis para la sociología, ni meramente objetivo ni propiamente subjetivo, ni pura adecuación a reglas exteriores, manifestación de la eficacia y poder de las estructuras, ni completa interioridad ajena a determinaciones sociales, creación ex nihilo de un sujeto puro.

Por consiguiente, el arte como práctica de un cuerpo o de un habitus –tal como ambos lo concibieron– exige el desarrollo de una producción teórica crítica, capaz de elaborar nuevos conceptos para vislumbrar nuevos dominios y formas de su existencia y funcionamiento: tanto en lo que concierne a las condiciones y condicionamientos sociales y la forma de poder en los que dichas prácticas se realizan, como la dinámica de una producción de sentidos innovadores capaz de trastocar/trastornar lo disponible y modificar así la estabilidad de lo histórico-social.

Pensar el arte bajo estas coordenadas equivale entonces a pensar procesos de producción de significaciones. Pero su matriz de análisis no se limita a las prácticas artísticas sino que se ofrece de utilidad para dar cuenta de otros dominios de la complejidad del todo social en las que también se manifieste la emergencia de significaciones novedosas: por ejemplo el terreno de la política. Tal es así, porque el problema de fondo es, sin lugar a dudas, el mismo. En uno y otro caso se trata de echar luz sobre las prácticas instituyentes, por el sujeto que las realiza, por la relación con lo instituido y por las condiciones de su duración o sedimentación, es decir por su temporalidad.

Por tal razón, una articulación teórico-conceptual de estas características, no se limita a los objetos aquí privilegiados –aquello que en una configuración social es concebido como «arte»– sino que puede funcionar como una matriz de análisis para pensar la dinámica otras prácticas sociales instituyentes.

El problema que aquí se convoca pretende ser un aporte al campo de las Ciencias de la Comunicación en tanto se trata de elaborar un marco teórico capaz de brindar una estructura de intelección para la producción social del sentido. Esto resulta un punto neurálgico para la problemática comunicacional, siempre y cuando no se la limite a consignar lo que acontece únicamente en los medios masivos de comunicación, ni sea pensada como un mero instrumento y vehículo de sentidos existentes. Si el presente trabajo compromete a la problemática comunicacional es sin duda, en tanto asume una toma de posición respecto a lo que se considera bajo tal nominación: no el estudio de los dispositivos y soportes de circulación de mensajes, ni los problemas de su codificación/decodificación, sino la dinámica de la producción social de las significaciones y las condiciones históricas e implicaciones subjetivas allí comprometidas.

El enfoque propuesto no se inscribe en una perspectiva semiótica o semiológica interesada en indagar el arte en su existencia sígnica. Antes bien, lo que se compromete es un abordaje que rescate la especificidad de las prácticas artísticas en la vida social –tanto en su dimensión objetivada en instituciones y lógicas que trascienden la voluntad y capacidad reflexiva de los agentes sociales–, como en su carácter incorporado –encarnado en disposiciones de percepción, cognición y acción–. Lógicas de producción, recepción y reconocimiento de significaciones, que involucran un modo de comprender los fenómenos comunicacionales como instancias de irrupción de significaciones novedosas, tanto como productos de operaciones de legitimación y reconocimiento social.

Este modo de comprender los fenómenos comunicacionales revela la pertinencia de una articulación teórica como la propuesta. En efecto, por un lado y tal como lo plantea Daniel Mundo, los textos de Merleau-Ponty se hallan surcados e impulsados por una filosofía de la comunicación que implica por completo un modo de concebir la existencia del sentido –en términos de expresión–, y su compromiso con el fenómeno de la corporalidad. Por su parte, la sociología de Pierre Bourdieu, persigue el interés de especificar las condiciones y condicionamientos sociales asociados a condiciones de existencia específicas que se hallarían en la base tanto de la comprensión de las prácticas artísticas, su recepción y producción.

Estas razones permiten afirmar que tanto el campo de problemas aquí analizados, como aquellos que se pretenden esbozar como punto de partida para investigaciones futuras, resultan pertinentes para ser desplegados bajo el marco de un trabajo de graduación de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Se trata de una propuesta de articulación teórica interdisciplinaria, a la vez filosófica y sociológica, capaz de echar nuevas luces sobre los fenómenos comunicacionales en su articulación compleja con el mundo social y con las subjetividades, entendidas tanto como productoras, como productos de lo que allí acontece: es decir de lo que toma forma y consistencia.

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spa

Extent

231 p.

Derechos

info:eu-repo/semantics/openAccess
Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)

Formato

application/pdf

Table Of Contents

PARTE I

1. Arte e institución de sentido: la construcción de una perspectiva desde la sociología de Pierre Bourdieu y la fenomenología Merleau-Ponty
1.1 Introducción: Arte, sentido y comunicación: una aproximación al problema
1.2 Merleau-Ponty y Pierre Bourdieu en la escena intelectual francesa Bourdieu: entre la filosofía y la sociología
1.3 Bourdieu y la fenomenología
1.4 Merleau-Ponty: un filósofo fuera de lo común

2. Bourdieu y el arte. La construcción de un «punto de vista»
2.1 El arte como práctica
2.1.1 El arte como práctica. Primer efecto: el descentramiento del sujeto
2.2 La emergencia del campo del arte: la reconversión de la mirada y el surgimiento de la «estética pura»
2.3 Percepción pura: disposición estética y competencia artística
2.4 Arte, cuerpo, educación
2.5 De la crítica a Kant a la Teoría de la práctica
2.5.1 Disposición, competencia y difusión cultural: El amor al arte
2.5.2 Afinando conceptos I: ¿competencia o disposición?
2.5.3 La disposición como orientación del comportamiento y los procesos de difusión cultural
2.5.4 Escuela, familia y difusión cultural
2.5.5 Afinando conceptos II: ambigüedades en torno a la disposición como competencia: ¿Conocimiento conceptual o disposición corporal?
2.6 El arte como práctica. Segundo efecto: La desfetichización de la obra de arte
2.7 El arte como bien simbólico

3. Merleau-Ponty: Arte y filosofía.
La deriva estética de su pensamiento
3.1 El proyecto filosófico de Merleau-Ponty
Pensar lo impensado de la metafísica
3.2 El pensamiento como expresión y no-coincidencia.
La «soberanía del horizonte»
3.3 La filosofía como interrogación radical
3.4 La filosofía como des-posesión: la tradición como olvido de los orígenes
3.5 El ser pre-objetivo
La filosofía como interrogación de la experiencia originaria

4. El arte en la evolución del pensamiento de Merleau-Ponty
4.1 La década del cuarenta: arte y cuerpo
La elucidación del fenómeno perceptivo
4.1.2 El cuerpo como ser-en-el-mundo
Percepción y expresión en la filosofía de Merleau-Ponty
4.1.3 El cuerpo como «esquema corporal» y el hábito
4.1.4 El cuerpo como sujeto de las prácticas
4.1.5 La pintura de Cézanne y el fenómeno perceptivo
4.1.6 El cuerpo y su capacidad instituyente de sentido: la expresión
4.1.7 Percepción y la palabra como operaciones de expresión
4.2 La década del cincuenta: arte y expresión.
Hacia una nueva ontología
4.2.1 Arte y «estilo»
4.2.2 Arte y comunicación: la institución de un sentido nuevo y su relación con lo disponible

PARTE II

1. Pierre Bourdieu y Maurice Merleau-Ponty
Debates en torno al arte y su sentido

2. La institución del sentido y los hábitos. Merleau-Ponty y Pierre Bourdieu:
¿intencionalidad operante o sentido práctico?
2.1 Habitus y ontología:
¿es posible hacerle a Bourdieu preguntas filosóficas?

3. El arte y la institución. Debates en torno a la legitimidad y el reconocimiento
3.1 La institución como legitimación y como Stiftung
3.1.2 Merleau-Ponty. La obra de arte como institución
de sentido [Stiftung] y la historia como «tradición»
3.1.3 El artista como Stiftung. El reconocimiento para Merleau-Ponty
3.1.4 El reconocimiento y el Museo en Merleau-Ponty
3.2 Del arte como operación de expresión a la operación de expresión como arte
Acerca de la Stiftung y el poder
3.2.1 Renoir y el hotelero de Cassis: las posibilidades de acción como probabilidades de acceso
3.3 Pierre Bourdieu: la institución como legitimación
3.4 La reasunción en Merleau-Ponty y el reconocimiento en Pierre Bourdieu: cercanías y distancias
3.5 Pierre Bourdieu: ¿una filosofía subterránea?
La búsqueda de reconocimiento y el sentido de la existencia social
3.6 Aportes de Merleau-Ponty al problema
del reconocimiento en Pierre Bourdieu
3.7 Habitus-campo/hábito-mundo
Complicidad y co-pertenencia
3.8 La emergencia de lo nuevo y la libertad
«Del grito al sentido» o «El advenimiento de un nuevo sensato»

4. Arte y creencia: ¿doxa originaria o illusio?
4.1 Bourdieu y la experiencia primigenia del mundo social
4.2 La «doxa originaria» de Merleau-Ponty entendida como illusio
4.3 Merleau-Ponty: La primacía de la percepción
4.4 Cuerpo y fe perceptiva
4.5 La fe perceptiva como condición para la lucha simbólica
4.6 La fe perceptiva y sus consecuencias teóricas
en la sociología de Pierre Bourdieu

5. Consideraciones finales

6. Bibliografía

Tesis Item Type Metadata

Título obtenido

Licenciada en Ciencias de la Comunicación

Institución otorgante

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales

Lugar de edición

Identificador interno

3166
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